Diversidad sexual y posibles razones de quienes se resisten a aceptarla
Algunas personas están en contra de las campañas por el derecho a la diversidad porque creen que lo que se propone es cambiar el mundo hacia lo sexualmente diverso, una especie de invitación a la bacanal de las rarezas. No se pretende hacer al mundo diverso, ya lo es y siempre lo ha sido. Por lo que se aboga es por el derecho a no disimularlo, no sólo en nombre de la verdad sino porque esta hipocresía ocasiona daños y sufrimientos a todos los humanos.
Aclarado este punto, que me parece básico, quería referirme a distintos motivos que creo identificar entre quienes están en contra de estas campañas. El primero es la creencia de que el mundo sería mejor de no existir la diversidad sexual. Algunos pueden pensar: “¡Qué bueno que todos fuésemos heterosexuales y así nadie sería discriminado por su orientación sexual ni habría que preocuparse por eso!”. Si nos fijamos, de lograrse que lo diverso sea socialmente aceptado como natural y válido, tendríamos el mismo resultado: Nadie sería discriminado y no habría que preocuparse por eso. La gran diferencia entre estas dos variantes radica en que lo primero es impracticable, intentarlo sólo ha conseguido muy calamitosos resultados, porque se trata de un engaño impuesto, mientras que lo segundo es absolutamente viable, justo, constituye una acertada visión de la realidad y, por tanto, no corre peligro.
A pesar de que lo anterior resulta muy claro de entender, hay quienes se resisten y prefiere seguir intentando la mentira. No voy a analizar las razones por las cuales ella se instauró, sino por qué sigue resultando atractiva.
Uno de las razones tiene que ver con una especie de egoísmo comprensible. Queremos ser felices en nuestra realidad inmediata con independencia de cuan justa o injusta sea. Si el mundo en el que vivimos considera que nada más debían existir los heterosexuales, entonces lo mejor es que, tanto nosotros como quienes amamos, lo seamos, y la única manera de garantizar eso es que no existieran otras variantes de sexualidad. Así resulta atractiva la idea y hasta podemos disgustarnos porque nos recuerden que la diversidad sexual existe e insistimos en ignorarla a toda costa, sumándonos a una especie de enajenación consensuada. “Mi hijo no puede ser gay” piensa un padre “porque eso no es posible”, y cuando el hijo a todas luces es gay, puede que este padre siga reinventándose la realidad hasta lo inaudito. En esta caprichosa interpretación puede que termine culpando de la orientación sexual de su hijo a las campañas por el derecho a la diversidad, sin percatarse de que el objetivo de la batalla es, entre otras cosas, librarlo de su propio miedo y agonía.
Otro motivo para simpatizar con la teoría de que todos somos heterosexuales, tiene que ver con la procreación. Es bastante evidente que la homosexualidad no constituye un peligro para la perpetuidad de ninguna especie, en todas está presente y ninguna se ha extinguido por tal motivo. Incluso cuando las tasas de natalidad humana varían lo hacen por razones totalmente ajenas al asunto. Hasta podríamos agregar que recientes estudios demostraron que las hermanas de hombres gays son genéticamente más aptas para la concepción, un dato que puede hacernos pensar que quizás entre las razones de la naturaleza para hacernos diversos puede estar precisamente la eficacia reproductiva, aun cuando no hayamos entendido del todo el sistema.
Creo que quienes piensan en la procreación como argumento contra la diversidad se convencerían fácilmente del sin sentido de la alarma, aunque hay otra razón mucho más poderosa y muy ligada a esta: La necesidad de perpetuar el yo a través de los hijos. Uno de los instintos egoístas del ser humano que se ve afectado cuando un descendiente no procrea. Hay incluso gays que sienten esta necesidad y se procuran un hijo o más a costa de cualquier inconveniente para él o para ellos. No cuestiono esta necesidad que ha estado presente en todas las épocas y al parecer forma parte de la naturaleza humana, pero sí quería deslindar un asunto de otro. Una cosa es preocuparse por la humanidad y amarla, y otra cosa es nuestro deseo egoísta de resultar imperecederos.
La siguiente razón que descubro para que alguien esté en contra de reconocer la diversidad sexual tiene que ver con los prejuicios. Un prejuicio se mantiene cuando el error aprendido no ha sido rectificado, pero no solamente por eso, el ser humano siente apego por lo que ha dado como verdad durante mucho tiempo, necesita que el mundo tenga reglas inamovibles. Que la vida avance, pero que la tierra siga estando bajo mis pies y el sol aparezca cada mañana. Por eso, si algo en lo que creíamos con entera convicción resulta ser errado, nos asusta; si cualquier cosa puede resultar diferente a lo que pensábamos, a lo mejor un día descubrimos que el suelo es una cascarita. Cuando además no se trata solamente de un criterio propio sino que es algo que toda la humanidad creía, nos asusta más, porque precisamente esa creencia generalizada debía ser mayor garantía.
La teoría de que todos somos heterosexuales salvo ciertos enfermos que no ameritan tenerse en cuenta, ha sido consolidada durante siglos, por tanto está entre esas suposiciones que si cambian asustan, aún cuando en su caso no logremos distinguir el peligro. Por supuesto, habrá quien se encargue de buscárselo, aunque sea descabellado; y hasta tendrá seguidores, porque muchos necesitan darle algún argumento a ese irracional miedo al cambio. Por fortuna ya no queman a nadie en la hoguera por defender verdades antes ignoradas; por fortuna también las verdades se imponen incluso con hogueras.
La última razón para estar en contra que quería mencionar es nuestra estrecha visión de lo diverso, la creencia de que todo lo que se salga de determinados parámetros es un defecto y debe ser rectificado. Defender la diversidad sexual se parece a defender los ecosistemas. Dado que es imposible que todos los seres humanos puedan contar con una información profunda y detallada acerca de cada elemento de la naturaleza, debemos practicar la filosofía del respeto a lo diverso como un principio básico necesario. Estar a favor del derecho a la diversidad sexual no significa simpatizar con quienes no sean heterosexuales, significa simpatizar con lo humano, amándolo por lo que es y no por un invento que pretende rectificarlo.
Categoría: Artículos | Tags: Diversidad Sexual | Homofobia | Homosexualidad | Procreación
1 Dr. A.M. Santos. 12|5|2012 a las 21:45
Sin dudas el artículo trata un tema que está hoy en el centro de atención de nuestra sociedad (bastante desfasada en este, como en tantos otros). Me considero un heterosexual no homofóbico. Tengo excelentes amigos de orientación homosexual a quiénes admiro, respeto y quiero (de hecho, no pienso ni me refiero a ellos como mi “amigos homosexual X” sino como “mi amigo X”). Por otro lado, como padre de tres hijos siempre he pensado que existe la posibilidad de que en su momento, alguno se descubra a sí mismo con tal orientación. Si eso sucediera, estoy convencido de que no menguará ni un ápice mi amor por él-ella (ellos) como también sé que sufriré mucho, sobre todo si sufriesen rechazo o marginación.
Sin embargo, confieso sentirme preocupado (en ocasiones bien molesto) cuando aprecio que la lucha contra la homofobia, con demasiada frecuencia se organiza en forma de agresivas campañas mediáticas que desbordan sus límites y se trastocan en una grotesca exaltación de la homosexualidad. Incluso algunos de los eventos, tanto en otros países como los que se van viendo en el nuestro, usan símbolos y lenguaje que va de lo procaz a lo abiertamente vulgar u obsceno. También emplean lemas chocantes como aquél de «¡homosexuales al poder!». ¿Al poder de qué? y… ¿para qué?. Mucha gente sencilla y no necesariamente “homofóbica”, se horroriza al percibir una arremetida de tal calibre. Ello no origina sensibilización o solidaridad, sino repliegue o hasta burla. ¿Acaso se nos llegará a imponer la homosexualidad como obligatoria? se preguntan muchos, medio en broma, y a la vez, bastante en serio.
Pienso que en modo alguno debe confundirse la defensa del legítimo respeto a la dignidad de la persona, cualquiera que sea su orientación sexual (como también cualesquiera que sean otras orientaciones como la religiosa o la política), con campañas que a muchos nos parecen una abierta promoción del comportamiento homosexual o que usen recursos de dudosa legitimidad o aporte. Así, algunos hemos llegado a temer que quién no comparta de modo irrestricto los postulados de lo que en su esencia es una ideología de género, sea automáticamente tildado de “homofóbico” y pueda terminar siendo víctima del desprecio y la marginación, precisamente aquellos estigmas que se pretenden eliminar.
2 José Martín Díaz. 14|5|2012 a las 0:47
Gracias, Doctor Santos.
Sobre su afirmación: “se organiza en forma de agresivas campañas mediáticas que desbordan sus límites” creo, que de haber algo agresivo y desbordado de límites sería aquello que se escapa de lo organizado pues se organiza para conseguir lo contrario. En un trabajo que puede leerse ahora mismo en Esquife:
http://www.esquife.cult.cu/index.php?option=com_content&view=article&id=811:del-verde-con-verde-al-arco-iris
digo mi opinión acerca de la beligerancia desde las batallas por la diversidad sexual. Creo son resultado de un resentimiento razonable, algo que sucede inevitablemente pero no es una estrategia. Igual creo que desde las posturas contrarias sucede lo mismo y también habría que entenderlo.
Con esto me refiero a acciones individuales, no a una estrategia coordinada. Muchas arbitrariedades homofóbicas son fruto de decisiones personales, de gente bien intencionada pero con una visión equivocada obrando desde su parecer, lo mismo sucede desde los LGTB. Así puede alguien sacar ese cartel de “Homosexuales al poder” que usted vio. Pero por ejemplo CENESEX, nunca lo aprobaría, todo lo contrario. Este Centro (que se ha convertido en rector de las estrategias de estas campañas) hasta le ha puesto una H al LGTB, significando a los heterosexuales. La idea no es un combate entre orientaciones sexuales, que no tiene caso, sino entre los que están a favor de los derechos a la diversidad y los que se oponen a ellos.
También hay que tener en cuenta algo: Si al León le dicen que él no es el rey de la selva seguro se ofendería. Él no se ha fijado que para ningún otro sería ofensa eso. Que se ha buscado una ofensa exclusiva. Que en su caso, para no ofenderlo hay que rendirle especial pleitesía.
Sobre su afirmación: “no me refiero a ellos como mi “amigos homosexual X” sino como “mi amigo X”. Lo extraordinario sería hacer la acotación, uno no va diciendo las orientaciones sexuales de los amigos que va mencionando. No le veo nada de particular a su manera de decirlo. O no entendí la idea. ¿Qué a un amigo llamado Pepe, usted le dice Pepe y no homosexual Pepe? ¡¿?!
Si por el contrario, yo no me acordara del nombre de su amigo, por ejemplo, y queriéndome referir a él no me viene a la mente otra característica con la cual señalarlo, diría, muy tranquilamente, su amigo el homosexual. Es una característica como cualquier otra y esa es la que me sirve en este caso.
Gracias otra vez por su comentario.
3 Dr. A.M. Santos. 15|5|2012 a las 10:47
Estimado José Martín Díaz, gracias por su atención. No creo que el asunto se trate de “leones” (reyes de la selva) y “mariposas” (atadas o perseguidas). En base a nuestra inherente dignidad, cada ser humano es centro y fin: todos somos reyes. Esa es la idea que ha de regir un tema como este, pero es preciso que nadie se sienta amenazado o agredido en su sensibilidad.
A propósito, si bien el calificativo “mariposa” proviene de una cultura popular homofóbica que relaciona la homosexualidad con fragilidad y apocamiento, en cambio hoy día ha venido a representar para otros, la expresión de la belleza de lo que consideran la forma más sublime de sexualidad. No coincido con los unos ni con los otros: no soy homofóbico, tampoco homofílico. En el enfoque que se le da al tema por parte de personas e instituciones (tanto en nuestro contexto como a nivel internacional), detrás del apoyo y la simpatía, se percibe un tono paternalista, cuando no de abierta conmiseración o hasta un sentido de culpabilidad que no me parecen adecuados. La solución no está en generar lástima (pues en este asunto no hay nada/nadie de que/quién tenerla), y por otro lado, el(los) que tenga(n) que pedir público perdón por sus decisiones y acciones de antaño, ¡que lo hagan! (y punto).
Respecto a la forma de referirme a un amigo, hago alusión a un plano de la subjetividad que evidentemente Ud. no ha captado. Cuando pensamos o nos referimos a alguien, siempre lo hacemos tomando referentes que no solo son de tipo «identificativo» sino que también, por fuerza, son del orden «calificativo». De este modo, anteponer o remarcar la orientación homosexual a cualquier otro rasgo o dimensión antropológica, supedita el todo a la parte, en una forma de reduccionismo potencialmente nocivo.
Finalmente, y perdone Ud. el largo comentario, estimo que este asunto no debería ser asumido por nuestros medios de comunicación e instituciones de una forma aislada o inconexa, respecto a otros temas de fondo (jurídicos, sociales, culturales y políticos). El abordaje más efectivo, quizás sea uno que asuma una visión holística e integradora pues en nuestra sociedad nos falta mucho por crecer en participación, capacidad de diálogo, tolerancia y respeto a la diversidad. Y remarco: a todo tipo de diversidad, donde la sexual es apenas otra.
4 José Martín Díaz. 15|5|2012 a las 16:18
Aprovecho para responderle ahora, Dr. Santos, porque quizás mañana ya no tenga correo ni conexión.
: ))))
Cuando use la mariposa en la ilustración no pensé en el uso del término para referirse a un gay. Lo que sentí se intentaba agarrar por una pata era la vida, la diversidad. Para los chinos, me decía una amiga de allá, mariposa significa felicidad. En chino se usa la misma palabra para ambas cosas, que también significa gordo. Su chiste era decirme que me veía muy feliz con la ironía de que había engordado. Parece ser un chiste chino habitual. A lo mejor no lo estoy diciendo muy bien y mi amiga se burlaba de mi ignorancia de su complicado y sugestivo idioma.
Tengo un cuento titulado: “El Majá de Carmen” erótico-fantástico, entre la fobia y la filia por las sierpes. Un lector me escribió comentándome que para muchas culturas el símbolo de lo gay es la serpiente, él pensaba que lo usaba con esa intención, cuando le dije que ni siquiera sabía de esa simbología, me envió información muy interesante sobre eso.
De acuerdo en que inspirar lástima no es un triunfo para nada ni nadie.
Entiendo ahora mejor lo que decía de cómo identificar a su amigo. Lo que sucede con eso es que creo que a veces el “eufemismo” es más ofensivo que la palabra original, porque entiende dicha palabra como algo feo, por ejemplo el caso de “persona de color”. He estado en actividades de la ACLIFIM, todos se llaman entre sí: cojos. Creo que de cierto modo hay en eso una especie de protesta ante ese decir: los discapacitados físico motores. Porque sabido es que nadie va a decir algo tan largo cuando habla en confidencia (y discapacitado a secas, no aclara a qué se refiere) entonces es como si dijeran: “Sabemos que somos cojos, y a mucha honra”. No estoy reconsiderando la pertinencia de un término sino aclarando cómo se dan estas cosas a veces. Sobre todo en lo verbal creo que importa mucho la intención. A un amigo gay de apellido Lechuga, le caía mal el modo en que lo saluda su vecina. Ella muy sonriente le decía “¡Lechuguita!” y él sentía que ella decía “¡Pajarito!”. Tal vez no le faltaba razón. A veces es difícil distinguir lo que identifica con lo que califica, a lo mejor lo más importante está en la intención del que habla, si intenta identificar o calificar.
También estoy de acuerdo en que el respeto a la diversidad es importante en todo.
5 paquita. 18|5|2012 a las 8:59
Una colega, Mirtha Rodríguez Calderón, estudiosa del género y que actualmente es profesora en República Dominicaba, me envió este polémico texto que pongo a la consideración de los lectores,lectoras y….
“Indeterminado” también es una opción sexual
¿Por qué es esencial que seamos etiquetados como hombre o mujer? La eliminación de esta dicotomía facilitaría, según los autores, la vida a aquellas personas que no se pueden incluir en estas categorías estrictas.
Por Peter Singer Filosofo Australiano Y Profesor De Bioetica De La Universidad De Princeton (EE.UU.). Agata Sagan Investigadora Independiente Polaca.
Jenna Talackova llegó a la fase final para la selección de la candidata a Miss Universo por Canadá el mes pasado antes de ser descalificada porque no era una mujer “nacida como tal de forma natural”. La alta y hermosa rubia dijo a los medios de comunicación que se había considerado mujer desde que tenía cuatro años, había iniciado el tratamiento hormonal a los catorce y se había sometido a una operación quirúrgica de cambio de sexo a los diecinueve. Su descalificación plantea la cuestión de lo que de verdad significa ser una “Miss”.
El caso de un niño de Los Angeles de ocho años que es una mujer anatómicamente, pero se viste como un niño y quiere que se lo considere tal, planteó una cuestión de importancia más general. Su madre intentó en vano matricularlo en una escuela privada como niño. ¿De verdad es tan esencial que cada uno de los seres humanos sea etiquetado como “hombre” o como “mujer”, de conformidad con su sexo biológico? Las personas que cruzan los límites del sexo padecen una clara discriminación. El año pasado, el Centro Nacional para la Igualdad Transexual y la Organización Nacional de Gays y Lesbianas de Estados Unidos publicó una encuesta según la cual la tasa de desempleo entre los transexuales es el doble de la de las demás personas. Además, el 90 por ciento de los encuestados que tenían un empleo informaron sobre alguna forma de maltrato en el trabajo, como, por ejemplo, acoso, ridiculización, comunicación inapropiada de información sobre ellos entre los supervisores y los compañeros de trabajo o problemas con el acceso a los baños.
Además, los transexuales pueden ser objeto de violencia física y acoso sexual a consecuencia de su identidad sexual. Según el Observatorio de Asesinatos de Transexuales, al menos once personas fueron asesinadas en los Estados Unidos el año pasado por esa razón.
Los niños que no se identifican con el sexo que se les asignó al nacer se encuentran en una situación particularmente incómoda y sus padres afrontan una disyuntiva difícil. Aún no disponemos de los medios para convertir a niñas en niños biológicamente “normales” o viceversa. Aunque pudiéramos hacerlo, los especialistas desaconsejan dar pasos irreversibles para convertirlos en el sexo con el que se identifican.
Muchos niños exhiben un comportamiento transexual o expresan el deseo de ser del sexo opuesto, pero, cuando se les ofrece la opción del cambio de sexo, sólo unos pocos se someten al procedimiento completo. La utilización de fármacos que bloquean el funcionamiento de las hormonas para retrasar la pubertad parece una opción aceptable, pues ofrece tanto a los padres como a los niños más tiempo para decidirse a dar ese paso que entraña un cambio de vida.
Pero el problema más general sigue siendo el de que las personas que no están seguras de su identificación sexual, que alternan su identificación entre un sexo y el otro o tienen a la vez órganos sexuales femeninos y masculinos no encajan en la dicotomía hombre/mujer.
El año pasado, el Gobierno de Australia abordó el problema al facilitar pasaportes con tres categorías: masculino, femenino e indeterminado. El nuevo sistema permite también a las personas elegir su identidad sexual, que no tiene por qué coincidir con el sexo que se les asignó al nacer.
Ese abandono de la rígida caracterización habitual es una muestra de respeto a las personas y, si se llega a adoptar ampliamente en otros países, librará a muchas personas del fastidio de explicar a los funcionarios de inmigración la discrepancia entre su aspecto y el sexo registrado en su pasaporte.
No obstante, podemos preguntarnos si de verdad es necesario que preguntemos a las personas con tanta frecuencia de qué sexo son. En Internet, nos comunicamos a menudo con personas cuyo sexo no conocemos. Algunas personas atribuyen mucha importancia al control de la información sobre ellas que se hace pública. Así pues, ¿por qué las obligamos en tantas situaciones a decir si son hombres o mujeres? ¿Será el deseo de conocer dicha información un residuo de una época en la que las mujeres estaban excluidas de una gran diversidad de funciones y cargos y, por tanto, se les denegaban los privilegios que los acompañan? Tal vez la eliminación de las ocasiones en las que se formula esa pregunta sin un motivo válido no sólo facilitaría la vida a aquellos a quienes no se puede incluir en categorías estrictas, sino que, además, contribuiría a reducir la desigualdad en el caso de las mujeres. También podría prevenir injusticias que a veces padecen los hombres: por ejemplo, respecto del disfrute de la licencia parental.
Podemos imaginar, además, que, en los casos en los que las relaciones homosexuales son legales, los obstáculos que se oponen al matrimonio de gays y lesbianas desaparecerían si el Estado no obligara a los cónyuges a declarar su sexo. Lo mismo sería aplicable a la adopción. (De hecho, existe cierta documentación de que tener dos lesbianas como padres brinda a un niño un mejor comienzo en la vida que ninguna otra combinación.) Algunos padres están oponiendo ya resistencia a la pregunta tradicional sobre “niño o niña”, al no revelar el sexo de su hijo después del nacimiento. Una pareja de Suecia explicó que quería evitar que su hijo se viera obligado a “encajar en un molde sexual concreto”, por considerar que es cruel “traer un niño al mundo con un sello azul o rosa en la frente”. Una pareja canadiense se preguntó por qué “debe conocer todo el mundo lo que hay entre las piernas del niño”.
Jane McCreedie, autor de Making Girls and Boys: Inside the Science of Sex , critica a esas parejas por haber llegado demasiado lejos. En el mundo tal como es actualmente, no deja de tener razón porque el ocultamiento del sexo de un niño hará que se centre más la atención en él, pero, si ese comportamiento llegara a ser más común –o incluso a ser en cierto modo lo normal–, ¿qué tendría de malo?
6 José Martín Díaz. 18|5|2012 a las 17:57
Gracias, Paquita, por la colaboración.
En cuanto a este artículo que usted incluye en su comentario tengo algunas opiniones: creo que las diferencias de género deben buscar ser equitativas y justas, no desaparecer. Siento que esa propuesta de estandarización es como proponer en el tema de la diversidad racial, que nos rasuremos y nos maquillemos todo el cuerpo ocultando la piel, de modo que nadie sepa de qué color somos, no se pueda tener en cuenta y así se haga la justicia. Siempre lo siento como una negación de la diversidad, como si se partiera del hecho de que es imposible ser justos entre diferentes.
Por otro lado, la diferencia entre el cuerpo del hombre y el de la mujer (biológicos) no es solamente tener pene o vagina. Para un adulto suele ser difícil simular la apariencia física del otro sexo, quienes lo intentan deben poner particular empeño y hasta valerse de colaboración médica, aún así muchas veces no lo consiguen del todo. El físico masculino y femenino no se vuelven confundibles espontáneamente. Hay personas de apariencia muy andrógina, pero muchos trans no cuentan con esa ventaja y muchos andróginos están identificados con su género y hasta pueden lamentar esa apariencia ambigua.
Sí me parece muy bien que se reconozca la opción de: indeterminado. Para quienes así lo prefieran. Sin que esto signifique que todos debamos hacer lo mismo.
Seguramente en Internet se pregunta el sexo innecesariamente, pero en esos sitios en que la gente se inscribe para buscar pareja y en Chat, que están entre los más abundantes y populares, me parece lógico que se indique el dato. No todo el mundo es bisexual al cien por ciento. Por la misma razón práctica me parece se indica la orientación sexual. Si acaso que se agregue en el dato: sexo, la opción: Indeterminado.
7 Dr. A.M. Santos. 19|5|2012 a las 23:53
Soy quién soy: ningún pasaporte o carnet me otorga o confiere identidad, sino que tan solo reconocen o certifican algunos de sus rasgos generales o elementales. Tal y como resulta imposible que estos documentos nos caractericen a profundidad en otras esferas (¿debe de decir que equipo de futbol nos gusta o cuáles son nuestras principales cualidades: afable, estudioso, perezoso…?), tampoco es posible que incluyan todo lo referente a nuestra sexualidad.
Resulta que la sexualidad humana es muchísimo más que el “sexo”. La sexualidad es pluridimensional y en su conformación intervienen elementos tanto de tipo biológico (cromosómico, gonádico, hormonal, genital y demás caracteres sexuales externos), como psicológicos, dialógicos y socioculturales. Por tanto, es cierto que resulta imposible abarcar la riqueza y la profundidad de la sexualidad en nuestra vida personal, diciendo apenas que soy «masculino» o «femenino». Sin embargo, agregar el calificativo de “indeterminado” no aporta más que vaguedad pues técnicamente no es un “tercer sexo”. Coincido en que el dato del sexo muchas veces se solicita de modo tan innecesario como rutinario en formularios y trámites de tipo burocrático, a los que nada aporta, en cambio otras veces es muy importante.
A mi modo de ver, el meollo del asunto al que se refiere el artículo citado por Paquita radica en una confusión de planos. No es lo mismo «sexo» que «orientación sexual» (algunos además distinguen entre los conceptos de “género” y “sexo”), así mismo, cuando hablamos del sexo no solo nos estamos refiriendo al aspecto de los genitales. Por otro lado, una persona con una determinada orientación sexual no necesariamente tiene que tener una práctica o conducta sexual acorde a esta (también podría decidir no tener ninguna práctica sin que ello represente menoscabo para su sexo ni para su orientación sexual). Y nada de esto tiene porqué estar reflejado en un documento de identificación.
Así mismo, todos sabemos que en algunas anomalías se hace bien difícil la determinación del sexo a partir de la configuración de los genitales. El asunto se complejiza aún más cuando sabemos que ciertos trastornos del funcionamiento cromosómico pueden provocar en algunos sujetos una discordancia entre su sexo cromosómico (XY: masculino) y el resto de sus caracteres sexuales fenotípicos o externos, de modo que se ven (y son) una mujer, siendo cromosómicamente un varón. Pero afortunadamente estos trastornos son muy poco frecuentes y no justifican que se creen más casillas en los documentos.
Finalmente les hago una observación. Peter Singer es muy conocido por su postura de que no todos los seres humanos son personas, o sea, según este autor: los niños pequeños, los retrasados mentales, dementes y los pacientes con daño neurológico no serían personas. Por tanto, a estos no se les debería reconocer la misma dignidad ni los mismos derechos que a los que si son personas. Es curioso que quien se anima a clasificar a los seres humanos de una forma tan dura como peligrosa, critique como “rígida”, la tradicional clasificación en dos sexos.
8 Dr. A.M. Santos. 19|5|2012 a las 23:56
Y ahora un chiste que me acaba de llegar:
Por la carretera marcha una caravana de motociclistas fornidos y bigotudos en sus poderosas Harley-Davidson. De pronto, ven a una chica preciosa a punto de saltar desde un puente al río. Se detienen y el líder, que es particularmente corpulento y de aspecto rudo, se desmonta de la moto y se dirige hasta ella y le pregunta:
– ¿Qué haces?
– Voy a suicidarme – responde suavemente la delicada muchacha, con voz cadenciosa y gesto fatal.
El motociclista piensa unos segundos y finalmente le dice:
– Bueno preciosa, antes de saltar ¿por qué no me das un beso?
-Ella asiente, al tiempo que sacude su larga cabellera y la retira a un lado. Entonces le da un largo y apasionado beso en la boca.
-Después de esa intensa experiencia, la tribu de motociclistas aplaude, el líder tiene que recuperar el resuello, se alisa la barba y admite:
– Ése fue el mejor beso que me han dado en mi vida. Es un verdadero talento el que se perderá si te suicidas. ¿Por qué quieres matarte?
– Porque a mi papá no le gusta que me vista de mujer!.
9 José Martín Díaz. 20|5|2012 a las 17:47
Este chiste donde un heterosexual toma por mujer a un travesti, o se advierte de que hay que tener cuidado para no llevarse un chasco, creo tiene una motivación homofóbica pues trata de ilustrar la confusión que provoca la licencia. Sin embargo, se traiciona a sí mismo, pues al final lo que queda ridiculizado es el confundido.
El chiste acude a nuestra simbología aprendida y sería un ejemplo de que la moralidad suele basarse en presupuestos irreales. Que un hombre toque el pene de otro es considerado tan grave que resulta chiste habitual aquella situación en que debe hacerlo. Digamos, ayudar a orinar a un hombre que tiene imposibilitado los brazos. Esta norma de: Nunca tocarás pene ajeno, está tan sacralizada, que es en lo primero que se piensa con el asunto travesti. En este chiste se considera, más ridículo que el travesti mismo, el hecho de que un hombre se tropiece con un pene por accidente..
Es tan fuerte lo simbólico en nuestra mente que se toma por realidad objetiva. En verdad esa confusión a que alude el chiste es bastante improbable e infrecuente.
En realidad, a un hombre le puede resultar provocativo un travesti aun sabiendo que tiene pene. Es la moralidad lo que le convierte esto en un conflicto, es la simbología lo que le hará pensar, por sobre todas las cosas, en ese aditamento que se oculta entre las piernas.
Si los travesti están con hombres (incluso cobrándoles el servicio en ocasiones) no es ocultándoles la verdad, esos hombres no se enteran del asunto en plena faena. Para algunos es una propuesta aceptable, digan lo que digan los símbolos, y hay otros que inclusive gustan en especial de travestis, no como sustituto de una mujer sino con arbitrariedad incluida. Y lejos de ignorar el pene, forma parte de su motivo.
Las motivaciones eróticas humanas pueden ser tan diversas que escapan de las clasificaciones, aún cuando creo que es bueno establecer generalidades por las que guiarse, al menos como aproximación.