Felicidades Mima… estés donde estés
Estoy recibiendo postales por mi email. Me felicitan por el día de las madres. Yo no pienso elaborar ningún mensaje como en años anteriores. Por primera vez no tendré a Cary conmigo en este segundo domingo de mayo.
El 10 de enero, en mis brazos, se despidió de este planeta. El próximo 8 de septiembre cumpliría 100 años. Sus últimos cuatro días fueron tan crueles que preferí su partida: bajito, entre beso y beso que le daba le decía que cuando viera a mi padre le recordara que lo quise y lo quiero mucho.
Mima, como siempre le dije a mi madre, fue una de las tantas heroínas de este país. Primero por su condición de pobre tuvo que trabajar muy duro para que sus hijos no dejaran de comer ningún día; luego del triunfo de la Revolución no se incorporó a trabajar, aunque pudo.
Fue el sostén de la familia, la administradora eficaz del dinero, la que se levantaba por la madrugada para hacer cola por un poco de leche, la que cambiaba una latica de arroz por azúcar para un dulce, la compañera fuerte que aguantó como un roble el deterioro de su hombre, mi padre, y cuidó como hija ejemplar a su Mamá.
Caridad, Cary, Cachita, perteneció a la estirpe de cubanas que con su sacrificio han permitido que sus hijas e hijos sean médicos, ingenieros, periodistas, doctores en ciencia… Porque mientras han podido se han encargado de toda la cotidianidad hogareña que en el caso de Cuba tiene dos décadas muy especiales: la de los años 70 y la de los 90. En esos años cocinar era un problema y hasta lavar otro.
Fueron tiempos de inventar uno que otro menú, y hasta de fabricar jabón casero. Todo eso lo pasó mi Madre, que a finales de los años 50 me cargó en hombros de madrugada, caminó numerosas cuadras hacia una suerte de policlínico, llamado la ONDI, en Holguín, para coger un turno y que me revisaran la garganta.
También fue la que me abrazó hasta ahogarme cuando fui vanguardia provincial en la Secundaria Básica, o cuando llegué con mi título de Licenciada en Periodismo. Claro: todo no fue color de rosa: criticaba mis minifaldas, mi novio negro, mi uso de las llamadas malas palabras y se me enfrentaba cuando quería hacer una comida de forma distinta a como ella acostumbraba.
Ya siendo una anciana lloramos juntas porque mi hermana parecía morirse, y ¡cómo lo extraño!, ponía mi cabeza en sus muslos para que me acariciara con su mano ya llena de pintas oscuras.
Pero precisamente por su memoria, no quiero que pase este segundo domingo de mayo sin reconocer a miles de mujeres más o menos longevas, que hoy siguen siendo el tronco hogareño para que los más jóvenes trabajen y cuando lleguen a la casa esté realizada la mayor parte de los quehaceres domésticos.
Entonces, felicidades cubanas, y para ti también Mima, estés donde estés.
Categoría: Artículos | Tags: Cubanas | Día de las Madres | Email | Felicidades | Revolución
1 Dr. A.M.Santos. 13|5|2012 a las 0:28
Cerca de Dios Paquita, ella solo puede estar cerca de Dios.
2 Loly Estévez. 13|5|2012 a las 16:26
Querida Paquita: Muy bien por tí. Conmovedoras palabras de cariño y homenje que muy justamente has hecho extensivas a tantas mujeres cubanas de heroismo anónimo. Gracias por éste y todos tus textos. Un abrazo, Loly.
3 M.M.P. 16|5|2012 a las 9:36
Usted me ha hecho llorar, y mucho… Es tal vez un consuelo vago y forzosamente inocente el hecho de creer que las personas que amamos de verdad, nunca parten. Cuando el golpe del vacío nos deja mudos de esperanzas y con el alma desolada, nada hay que pueda mitigar la pena, la ausencia, el verso incompleto, la soledad perpetua… Pero ciertamente el amor por nuestros padres perdura más allá de la vida. Y cuando lastimosamente tenemos que tragar en seco, apretarnos el dolor contra el pecho quebrado y decir adiós, nos quedan esos recuerdos que –como sombras tangibles – nos acompañan eternamente. Ese, su amor inquebrantable hacia sus padres, no dejará de ser por más que la muerte se empeñe en estorbarle el sendero. Y yo la admiro más por eso y por las lágrimas que sé que ha derramado al atreverse a escribir este artículo. Camine Usted de la mano de sus padres, haciendo suyas todas sus palabras, sus enseñanzas sabias y la ternura que le dejaron como legado imperecedero. Ellos, donde quiera que estén, la siguen amando y admirando y mientras permanezcan en su corazón, no habrás partido del todo.