El público de los espacios literarios: La gran depresión.
Habíamos hecho todo lo humanamente posible: invitaciones personales, por teléfono, impresas, anuncios en la radio y la televisión, establecimos un horario accesible para la mayoría, buscamos a un escritor reconocido, un libro de precio módico y, por si fuera poco, gestionamos un brindis. Sin embargo, llegado el momento de la actividad había solo dos personas dispuestas a participar, y una de ellas, como han de sospechar, era el invitado. Los promotores se miraban impotentes, el autor asumió su rol con dignidad y presentó el volumen como a sala llena. Al finalizar, nuestra única visitante, una señora sesentona, deglutió cada miga de la merienda mientras intercambiaba con el escritor sobre cuestiones climatológicas, se disculpó por no comprar el libro y desapareció.
¿Qué está sucediendo con el público? ¿Fallas en el sistema promocional? ¿Exceso de espacios literarios? ¿Apatía? Alguien comentó sobre la pipa de cerveza y el disco de reguetón que a escasas cuadras mantenían cautivos a medio millar de personas. Obviamente en términos sociológicos este fenómeno no produce un conflicto atendible, pues el público de los espacios literarios no es el mismo que se aglomera en torno a un tanque de cerveza. ¿Cuál es entonces nuestro público? La respuesta parece sobrentendida: escritores, promotores, periodistas, profesores, talleristas, estudiantes, familiares y amigos de los autores. Esta contestación nos sirve únicamente para retornar al cuestionamiento inicial: ¿Qué está sucediendo con ese público? ¿Dónde está? En cierta ocasión le escuché comentar a Ambrosio Fornet sobre el terror de que la proliferación indiscriminada de los espacios culturales pudiera terminar asfixiando la cultura. De momento esta afirmación me pareció un poco exagerada, pero al ver a nuestra única visitante aquella tarde de literatura comprendí el terror de Ambrosio.
El público de nuestros espacios es el mismo; y por lo tanto resulta absolutamente fatal que peñas, tertulias o talleres coincidan en fecha y horario, sobre todo si vivimos fuera de La Habana. Otra eventualidad a considerar, y que resulta muy difícil de evadir, es la periodicidad de las actividades literarias, pues generan un agotamiento en el público; recordemos que una tertulia es lectura de textos, charlas, en el mejor de los casos actuación de un trovador, y venta del libro. Nada más. Hasta los propios escritores esquivan las actividades literarias. Si añadimos a esta realidad innegable la desmotivación general por la lectura, agradeceremos la presencia de cada persona que asista a las actividades programadas. A la literatura le corresponde inclinar la cabeza frente a otras manifestaciones del arte que son capaces de colmar salas y teatros. La literatura es un oficio solitario y la socialización del libro se está convirtiendo cada vez más en interés de minorías especializadas.
Disfrutemos entonces esos escasos instantes de gloria; la presentación, por ejemplo, de El hombre que amaba a los perros, de Leonardo Padura, el lanzamiento de una nueva novela de Daniel Chavarría, y la agitación natural generada por la Feria del Libro. La promoción institucional, en la mayoría de los casos, arroja el menor por ciento del público asistente a una actividad, cediendo terreno frente a la promoción personal, esa que implica relaciones de afecto, solidaridad, amistad y compromiso con quien invita. De modo que cuando se hace el conteo de los participantes en un espacio literario, el grueso de ellos pertenece al grupo antes enunciado: familiares, amigos, conocidos, compañeros de trabajo, vecinos y otros deudores.
Después de este sondeo nos vamos quedando únicamente con la opción:apatía. Mis manos tiemblan sobre las teclas como quien escribe una sentencia de muerte (perdón por la pedantería poética); recuerdo que en la universidad nos iniciaron en el ensayo académico, diciendo que debíamos despersonalizarnos a la hora de expresar las ideas propias:craso error; y como yo he sido siempre un estudiante muy aplicado, escribo lo siguiente: “el autor de este trabajo opina que en nuestro panorama cultural existe una apatía manifiesta del público con relación a los espacios literarios”.
El eterno retornógrafo. Zambullirse en busca de las causas reales. ¿Por qué tenemos millones de libros en inventario en los almacenes de todo el país? Respuesta, porque no hemos formado lectores. Apliquemos la misma fórmula: ¿Por qué nuestros espacios literarios carecen de público? Respuesta que se deriva de la primera, porque si no hemos formado lectores, quién se va a interesar en la literatura, quién apagará por media hora el reproductor de DVD o el equipo de música para asistir a la presentación de un libro impreso en Risográfica. Los dos eslabones indispensables en la cadena de lo que podemos denominar éxito editorial, son —han sido siempre—el escritor y el lector. Y es justo en esta selva gnoseológica donde salta el tigre Shere Kan y nos degüella de un zarpazo; y otra vez debo volver a los ejercicios académicos: “el autor de este trabajo asume el riesgo de expresar que con el término apatía, utilizado para definir a un sector considerable del público de los espacios literarios, incluye también a los escritores”. Planteamiento que despojado de toda ínfula academicista quedaría así: “la mayor parte de los escritores (solo para no ser muy categórico) manifiesta apatía hacia los espacios literarios”. Aquí se produce una contradicción dialéctica, porque se nos ha enseñado, política cultural mediante, que escritor es igual a espacios literarios, pero no siempre ocurre así.
Les propongo examinar una muestra local: en Holguín tenemos casi 200autores —siendo conservadores—con libros publicados. Si solamente el 10% asistiera con regularidad a los espacios literarios tendríamos siempre un público especializado y numeroso, porque 20 personas en un recital de poesía es ya un lujo que pocos autores pueden disfrutar. ¿Se percatan de la contradicción? ¿Si los escritores no asisten a los espacios literarios por qué debería hacerlo el lector? Y aquí levantaría mi mano para excusarme por la violación de los códices académicos, para disculparme ante la cátedra de ilustres profesores que trataron de formarme en mis años en el campus universitario, y diría, yo, el hombre que escribe: “a los escritores cubanos le importa muy poco la literatura local”.
El dedo en la llaga. Blasfemia. Blasfemia. A la distancia puedo escuchar sus gritos. Oh, Lovecraft. Por un segundo, un único segundo, depongamos las máscaras. Este ejercicio es para ustedes mis colegas escritores: ¿A quién estamos leyendo ahora mismo? ¿Qué autor cubano permanece en la cabecera de nuestra cama, al alcance de la mano adormecida? ¿Por qué leerme a X si puedo emplear el tiempo con un volumen de Murakami? ¿Por qué adentrarme en la poesía de Y si me esperan los versos de Antonio Gamoneda, Saint John Perseo Mo Yan? ¿Por qué visitar los cuentos de Z publicados por Letras Cubanas si alguien me presta un libro de Bukoswki con el sello de Anagrama? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Si X, Y o Z no son mis amigos, ni me premiaron en aquel concurso, ni debo —Resolución 35— presentar sus libros?
Recuerdo a mi profesora de Matemática de la secundaria, su mano izquierda presionando ligeramente la laringe mientras decía: “Hay ejercicios que no tienen solución, óiganlo bien, No Tienen Solución”, y trazaba en la pizarra un enorme NTS. De pronto me percato, y eso tiene de perjudicial adentrarse en el ejercicio de la crítica, que las raíces del asunto se sumergen hasta honduras insospechadas. Si el público de nuestros espacios literarios está deprimido es porque nuestra literatura se encuentra deprimida. (Estoy viendo sus ojos, así que permítanme rectificar). Si el público de nuestros espacios literarios está deprimido es porque nuestra percepción de la literatura cubana está deprimida. (¿Mejor, no?). Hay cierto “jineterismo” literario. Lo foráneo es siempre mejor. Anagrama, Tusquets, Seix Barral, Alfaguara, pasan como tanques sobre Letras Cubanas, Unión, Arte y Literatura, Oriente y las cenicientas Riso. ¿Y de quién es la culpa? Golpeo con el canto de la ficha la mesa del dominó y paso…
Yo estoy viendo la sala vacía, las sillas solitarias, el librero detrás de los lomos de los títulos como en una trinchera, el autor comiéndose las uñas, nerviosos los promotores… “Vamos a esperar a que llegue alguien más”.Y ese alguien nunca llega.
Categoría: Artículos | Tags: Ambrosio Fornet | Bukoswki | Daniel Chavarría | Ediciones UNIÓN | Editorial Arte y Literatura | Editorial Letras Cubanas | Editorial Oriente | El hombre que amaba a los perros | Escritores | Escritores Cubanos | Leonardo Padura | Literatura | Literatura Cubana | Saint John Perse
1 Pepe. 29|9|2013 a las 17:41
Aparte de la desidia y la mala educación, que existen, los precios de cualquier librito de cincuenta páginas están muy altos para el cubano asalariado del estado, en tanto que el jineterismo literario pudiera justificarse porque los escritores quieren que les paguen en otra moneda que les permita aunque sea comprar café no descafeinado, y no solo eso… ¿Es tan difícil notarlo?
2 lector. 29|9|2013 a las 18:07
Quizás sean los horarios, que coinciden con el trabajo de los lectores
3 trash. 24|10|2013 a las 16:19
en holguin 200 autores, de ellos acaso el 10% sean verdaderos escritores, y tal vez 1, haga literatura. Los espacios son reiterativos, monocordes, hechos sobre todo para engordar el bolsillo de gente que si no ganara tan facil el dinero, o si lo ganara mas facil en otra cosa, pues no escribiria, o lo haria con menos infulas. Cuando digo el dinero, tambien quiero decir dignidad. La mayoria d elos oficos, profesiones, empleos al alcance de la mayoria de los jovenes, ah sido despojados de dignidad por la politica nacional destimukladora del talento, el esfuerzo y la creatividad. Figuarar como ” escritores”, aun resulta prestigioso, o cuando menos “raro”, infrecuente, para muchos, y de algun modo les devuelve autoestima. Si la genete no compra o lee sus libros, o va sus presentaciones, al menso pueden refugiarse en el cliche, de ser “no entendidos/incomprendidos”. Pero cual refugio le quedaria a su ego si ese mismo joven empeñado en vivir de la “literatura”, fuera un simple maestro de secundaria, o médico en un consultorio que no ha podido irse de mision, o venededor de escobas en la calle, o dependiente de merendero inabastecido de terminal municipal, o bibliotecario, o trabajador de la onat…
La cultura si se fabrica, se impone, se vende, se manipula, deja de serlo para convertirse en propaganda, ideología, psicopedagogía de masas… Los hechos culturales suceden, y a posteriori se ensalzan, catalogan, utilizan, estudian. Pero estamos ante la corrida de un toro que no embiste, sino que huye, y antes de que sucedam ya un concurso, una tertulia, una presentacion, es catalogada, programada, y peor, conminado, a que sea un hecho cultural, relevante. Y así no es, así no puede ser. Así no será. La literatura (cubana) está deprimida, porque cada dia es mas la paja que hay que trillar para encontrar el grano germinante.
4 otro. 25|10|2013 a las 22:02
Además, vamos, no digan que no hay un elitismo en nuestra Literatura actual, a veces muchos libros parecen escritos para los propios autores o los jurados. Muchos…
5 jose. 28|10|2013 a las 16:14
Colega Moises, no sabes cuanto me alegra tu ensayo, pués pensé qu eso solo ocurria en mi pequeño pueblo de Banes, Holguín, donde cada día se hace más dificil encontrar público que no sea escritor. Quízás habrá que hacer una literarura que se parezca más a la gente común, claro, sin renunciar a los valores estéticos que lustran la buena literatura. En más de una ocación junto a varios de mis amigos hemos llegado a la consideración de que hoy día los escritores escriben para los escritores. Agradezco tus palabras, en realidad me hubiese gustado escribirlas yo.
6 Anisleidy. 14|5|2014 a las 17:17
Desafortunadamente, no ocurre solo en Holguín, es una problemática de carácter nacional. Una vez un lector me comentó que la literatura cubana no le gustaba, “para qué si es lo mismo con lo mismo, prefiero algo diferente”, argumentó. Y nada más cierto que lo dicho por Otro, es un dato curioso que me llama mucho la atención, es casi aberrante la tendencia que existe actualmente, principalmente de los narradores, de abordar en sus textos dinámicas propias de escritores, crear personajes escritores, como si vivieran en una burbuja literaria, como si en nuestro país solo existieran escritores, como si nada importara más que las miserias humanas de un escritor. ¿Y el resto de la sociedad? Es como una plaga narcisista.
7 Liz. 4|8|2014 a las 15:48
el fenómeno querida alma gemela 🙂 es quizás la mejor tesis de doctorado que pudiera tener cualquier sociólogo o entendedor de la macabra sociedad en que estamos viviendo, el desgano por todo lo que no sea digital. Aquí en Matanzas la cosa es 10 veces peor elevado a la N… y lo más triste: quedo en la nebulosa sin poderte dar respuestas. No sé y me preocupa ser la única sesentona aunque solo lleve la mitad de la inocencia. Lo cierto es que dan ganas de estudiar cibernética, medicina, no sé… y que este brote generacional de pasión por la literatura contamine de algún modo a alguien. Todos nos quejamos y nadie hace nada, solo unos pocos, incluso cambiando el formato sigue habiendo este trsite vacío. Con el abrazo…
8 Olga. 18|2|2017 a las 20:22
Creo que el artículo es de mal gusto. Si queremos atrapar a los lectores hay logar captar su atención. Por otra parte, si los escritores se la pasaran de evento en evento se quedarían sin tiempo para escribir. Un saludo.