Blue de Bukowski
Para Ray Fernández.
a un poco más
de los 50
he cerrado la puerta
del balcón
para cagar
en la estrecha
intimidad
sobre
el periódico de ayer.
creo creeré
en las manos
que por sorpresa
me entregan
un calor
de pájaros
que no se cansan
de volar
pero
cagando
trabajosamente
en el periódico
de ayer
me caen
como auras
tiñosas
las dudas
en la cabeza.
todavía
llegan
a mi puerta
o a mi piel
los cuerpos
en que quisiera
vivir
para siempre
pero es martes
—cualquiera—
ni siquiera 13
y acabo de cagar
sobre el ligero
periódico
de ayer
y nadie
revienta
mi teléfono
con cuerdas
que me alcen.
VIGILADO
la soledad es una vieja loca
tambaleante en mi casa
trata continuamente de
tirárseme encima
le doy todos los golpes
que puedo
y me salgo a la calle
después de trancar
la puerta del tiempo
por fuera.
camino buscando mis creídas
querencias
o los viandantes
en que pueda crecer
la flor de amistad.
no es tarea fácil.
casi todos van
enfundados
en su piel
y no te dan la hora
ni el saludo.
me cansa la máscara
y regreso tarde
a casa
tarde encuentro
a la soledad
como una abuelita
amorosa
que quiere mostrarme
el caldo tibio
que me ha preparado
Para que amanezca
con fuerzas
pero yo se que es
su cicuta
por eso me voy con hambre
con ganas de abrazar
con ganas
de que alguien
me salude
aunque sea desde lejos
alzando un pañuelo
adolescente sobre mi cara.
veo el pañuelo flotar
como un ave
sin norte
y trato de alcanzarlo
cuando me tira el sueño
sobre una tabla tiesa
y amanezco
con dolor en todo
vigilado
por la soledad
que ya se ha repuesto
de mis golpes de ayer
y tiene brillosos ojos
de apostar a
que me ganará esta vez.
SOBRE TI MISMO
la verdadera pobreza
es la soledad
que
en la hora
maravillosa y tremenda
nadie eche en cuenta
que faltas
ese no estar
en la imaginería
de los otros
esa es la pobreza
y que sea sólo enroscarte
sobre ti mismo
el ademán sabio
de la salvación
la franciscanía
la desnudez de la materia
quien te ayude
a sacar
esos pájaros
de vuelo más alto
que se guardan en ti
pero que no haya
en esta hora
nadie
que apueste
su camisa
más rota
por tu mayor ventura
esa es la pobreza
el animal
que puede
anudarse en tu cuello
cuando estás
esperando
que la piel
del semejante
suelte
tus deseos
de vivir
por encima
del mayor peligro.
EL RESOPLIDO
ahora mismo si me vinieran a
quemar la casa
o en alguna pesadilla
tocaran a la puerta para pedirme
un viaje
por paisajes totalmente fuera
de mi cariño
y si los emplazadores hicieran el increíble
papel del indulgente
permitiendo
que llevara conmigo
las pertenencias indispensables
sin dudas miraría en redondo
tratando de indagar con cual de ellas
me salvo
echaría un resoplido de caballo en trote
y poniendo la vista en un punto
parecido a la cercanía
a esos
desfiladeros remotos
les podría decir solo
con el seguro cauce de mi mirada
llévenme apenas
con los olores del cuerpo.
(DE LOS OLORES DEL CUERPO)
CETRO DE LA IMAGINACION
Para Gastón Baquero.
solo tiene una mesa y otros cuantos artilugios
traídos del rastro de los sueños
y pretende contarme toda la historia:
el tronco de la primera cuerda
el abismo donde se perdieron las amarras
y estos cabos sueltos donde ahora bailan nuestros cuerpos.
un hombrecito hecho apenas para lo imprescindible
derrama el mantel ante nosotros nos vierte el agua.
lo ve marcharse y hace un amplio acordeón con las manos
como si desplegara la cartografía de la isla
y se siente sobre la madera resobada
una sorda crepitación las yerbas en andas
el descuelgue repentino de un remoto verano.
él es un cetro de la imaginación.
frota la voz entre sus dedos
y las fotos sujetas en el sepia
cobran otra vez el timbre de entonces:
se ve a los hombres que corren incesantes
por los caminos y cantan y se complican
en un apretado y frágil remolino
como si fuera la tormenta del juicio final
y salen luego del mal paso con el espasmo de una carcajada.
corren y cantan y corren
siempre con una bandera clavada entre los hombros.
cualquiera diría que lloran
cuando en realidad sencillamente cantan.
las familias enteras trasiegan la carretera central
buscándose la vida
espantándose el polvillo impertinente de la incertidumbre.
van con las aves imprescindibles
el perro que siempre los prevendrá
de una mala curva en lo oscuro
y la imagen de la caridad que es definitivamente
la cuarta y providencial pata de la mesa.
tardan las carnes en su vuelta del horno y las guarniciones
por eso les brindo el vino de la casa
ha dicho el leve sirviente de antes
y se vuelve a perder en el humo zumbón de la cocina.
no le escuchamos
yo porque atiendo solo al tablado interminable
donde él va colocando otras piezas y colocándose
en ese mecanismo invencible que es
el hombre haciendo lumbre en sus paisajes
y él porque ya se apresta a dejar el reino del entonces
aquellos tranvías de tan generosa y lenta velocidad.
alza los brazos como diciendo: estoy en vuelta abajo.
entra de nuevo en su ciudad
la recorre con la misma fruición con que el ciego
dibuja en el tacto las aristas.
está otra vez sobre el labio del mar
y salta el pez de su memoria a saludarlo
sobre el misterioso bastidor de las sales.
voy tras él soy el guajiro curioso
el recién llegado en aquella montaña de plátanos
y él luce desenvuelto sonrisa y dril blancos.
hemos cogido a un tiempo las jarras pacientes del vino.
me incita a los dominios de aquel bar de la calle Concordia
que hace tiempo duele como una carie.
las ruinas elevan el fuego fatuo de la vitrola
y él pide aguardiente para mi.
estamos en la menuda fiesta que alumbra
un repique de manos que parece interminable.
vuelve al punto el hombrecito del fondo
con las carnes las viandas las verduras
y otro palmo de vino.
él se levanta gracioso como un adolescente
mira con malicia el jolgorio de los alimentos
y me dice: arrímese que es con voluntad.
parece un sonero insinuándome la clave.
(DE LA FLOR DE PAPEL)
AY
ay de los que salen del vientre
con zapatos
de los tremendos serios
que postergan la risa para las
vacaciones
ay de los que se tragan la lengua
delante de los truenos
ay de los que gritan ay
CON CIERTA MUSICA
con cierta música es peligroso salir
de manso a los balcones
mirar
meterse en las carteras
los papeles que van marcando el sueño
a los que pasan
con cierta música te salvas si puedes
hacer el equilibrio
sobre tus ojos tus cuerdas
larguísimas
pero no salgas mientras
esa cierta empinada silbido de
cuatro mil pies música
que te lleva sin remedio
no salgas si no estás dispuesto a
correr delante de tu espalda.
con cierta música haciéndote el gato
de la digestión
vas a parar en seco en los
almendros
en una de esas curvas que no se atreven a
difundir
por muy convencionales las postales
del turismo.
DICES
dices el saludo al revés la
despedida
y veo cómo entras en la masa oscura
del silencio
cierro con una nostalgia golpe seco
la puerta
y allá afuera donde gozan tú y todo
género de andar
la roncha de ser vivo
no eres ni una brizna moviéndose en mi
vista
sino una tinta doliéndome
por cuajar tu perfil en otro
advenimiento
hasta que tocas la textura de mi
umbral
y vuelves cuando abro saltas de la
bruma.
INVENTARIO
no tengo el pozuelo de las primeras
aguas
ni la foto donde mamá logró hacerme
una sonrisa
digna de la cámara
ni un rastro solo
de aquellos tuteos de los cajigales
con las mariposas
hace muy poco encontraron oxidadas
todavía entre aquellas tierras de la
crecida del cauto
las tijeras que como un golpe de
suerte
me cortaron el ombligo
mi casa
lo que se dice por costumbre es un
temblor
un baile de diablitos en la música del
mediodía
he dejado pantalones como periódicos
cansados
en las carreteras o en sitios casi
semejantes
a las viandas bien puestas por mi
madre
confundo en mi provecho cualquier trino
de pájaro
con el silbato premonitor de los
carteros
la voz mi puerta fácil
mi estado natural la tarde
la Revolución —ave de sangre—
es mis huesos y yo soy apenas
brizna suya
malcriado en las piernas de múltiples
abuelos
avisado de herencias
y de aves fatídicas sobre las
propiedades
sin embargo salí con el pie izquierdo
a los rumores
y me declaro contento de crecer
en las palmadas de mis albergues
sucesivos.
(DE SIN PUNTOS CARDINALES)
LA LUZ DEL RAYO
sindo
amor real
de una palma desmedida
por un ceibo
murmurador
que gobierna la llanura
sindo
el cielo
nostálgico
de una ignota
flor
atrevida
del trillo.
sindo garay
la luz del rayo
partiendo
los sembrados
el juglar mayor
con la solemnidad
hecha un escudo
tatuando el nombre
de la patria
sobre unos pechos
de mujer.
(DE DEBAJO DE LA AGUJA)
ahora necesito estar en París
caminando muy lento
en cualquier orilla de ese río
hecho de lágrimas
así
sin que me noten
triste
en mis ropas de a diario
disimulando no perseguir
ningún destino
buscando las esculturas brillosas
que no atienden a nadie
mirándome —yo— desnudo
a esta hora
cuando ninguna contraseña mía
puede abrir alguna puerta.
necesitaría estar en París
donde los transeúntes no
pudieran descubrir que voy
enrollándome en mi mismo
porque no les importa
pero estoy en mi ciudad buena
y difícil triste
escuchando muy bajito
tangos
y no me atrevo a recurrir
a nadie.
(DE LA GOTA ALZADA)
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