Yevgueni Yevtushenko
El sauce no ha llorado aún todas sus lágrimas.
A su sombra, en la orilla me quedé pensativo:
¿cómo hacer feliz a mi amada?
¿Es que acaso no pueda hacer más?
No le bastan los hijos, la abundancia, / lo poco que nos damos al cine, a los amigos.
Me necesita enteramente, sin reservas.
Mas, estoy hecho de sobras. Yo soy diamante en bruto.
Entregué mis hombros a las causas de nuestra época, / a toda su dura carga, / no dejé espacio a la ira de mi amada / y privé su llanto de mis brazos, de mi regazo.
Hoy, la amada ya no recibe flores de su hombre.
Arrugas, sí. Faenas domésticas.
El hombre engaña por placer, / la mujer traiciona por dolor.
¿Cómo puedo hacer feliz a mi amada?
¿Qué puedo ofrendarle esta noche / si la manzana que le da la vida / ya está rancia y agusanada?
¿Por qué a la bienamada se le ofende / tan sin razón como tan a menudo?
Cómo hacerla infeliz, todos sabemos.
De cómo hacerla feliz, no tenemos memoria.
Versión de Heberto Padilla
Babi Yar*
I
No existe monumento en Babi Yar; / sólo la agria ladera. Y tengo miedo.
Hoy me siento un judío en el desierto / que de Egipto escapó. Me crucifican / y mis manos conservan los estigmas.
Me parece ser Dreyfus, condenado, / al que juzgan, escupen, encarcelan; / pero de pie resiste la calumnia / y el grito filisteo. Con la punta / de sus sombrillas en mi rostro vejan /
mi indefensión mujeres que se acercan / con vestidos de encaje de Bruselas.
O también soy un niño en Bielostok.
De pronto estalla el pogromo.
La sangre derramada cubre el suelo.
Los que huelen a vodka y a cebolla / salen de la taberna y gritan todos:
“Mata judíos: salvarás a Rusia”.
Un tendero se ensaña con mi madre.
Otro hombre me patea. En vano rezo / plegarias que se pierden en la nada.
Me siento dentro / de la piel de Anna Frank que es transparente / como un ramo de abril.
No hacen falta palabras. Siento amor / y sólo necesito que uno a otra / nos miremos de frente.
Separados del cielo y el follaje.
Solamente podemos abrazarnos / en este cuarto a oscuras.
Quiero besarte una vez más, acércate.
Ya vienen. Nada temas: el rumor / es de la primavera que se anuncia / y del témpano roto en el deshielo.
Y en torno a Babi Yar suena la hierba / que ha crecido salvaje desde entonces.
Los árboles nos juzgan. Todo grita / pero el grito está hecho de silencio.
Al descubrirme observo mi cabello.
También ha encanecido. También grito / por los miles de muertos inocentes / masacrados aquí. En cada anciano / y en cada niño al que mataron muero.
Pueblo ruso, mi pueblo: te conozco.
Tú no odias ni razas ni naciones.
Manos viles trataron de infamarte / al usurpar tu nombre y al llamarse / “Unión del Pueblo Ruso”.** No perdono.
Que La Internacional llene los aires / cuando el último / antisemita yazga bajo la tierra.
No soy judío. Como si lo fuera, / me odian todos aquéllos.
Por su odio / soy y seré un verdadero ruso.
*Babi Yar o Baby Yar es un barranco en las proximidades de Kiev. En dos días de septiembre de 1941 más de treinta y cinco mil judíos fueron asesinados allí por las tropas nazis. En esta versión de 1997, reproducida del libro Adiós bandera roja (Selección de poesía y prosa de 1953 a 1996) se tomaron en cuenta los cambios introducidos por el propio Yevtushenko de la traducción inglesa de Robert Milner.
**La Unión del Pueblo Ruso fue el grupo antisemita que actuó en Rusia entre el asesinato del zar Alejandro II y el comienzo de la primera Guerra Mundial. Sus miembros organizaron pogromos -linchamientos de judíos rusos y destrucción y robo de sus propiedades- e, infiltrados en la policía secreta zarista, fabricaron los apócrifos Protocolos de los sabios de Sión.
Versión de Heberto Padilla
Me gustaría…
Me gustaría / nacer en todos los países, / tener un pasaporte / para todos / que provoque el pánico de las cancillerías; / ser cada pez / en cada océano / y cada perro / en las calles del mundo.
No quiero arrodillarme / ante ídolo alguno / ni hacer el papel / de un ruso ortodoxo hippie, / pero me gustaría / hundirme / en lo más hondo del Lago Baikal / y salir resoplando / en otras aguas, / ¿por qué no en las del Mississippi?
En mi maldito universo amado / me gustaría / ser una hierba humilde, / nunca un Narciso delicado / que se besa / en el espejo.
Me gustaría ser / cualquiera de las criaturas de Dios, / incluso la última hiena sarnosa, / pero nunca un tirano, / ni siquiera el gato de un tirano.
Me gustaría / reencarnar como hombre / en cualquier imagen: / víctima de una cárcel de tortura, / un niño vagabundo en los tugurios de Hong Kong , / un esqueleto viviente en Bangladesh, / un pordiosero sagrado en el Tíbet, / un negro de Ciudad del Cabo, / pero nunca encarnar / la imagen de Rambo.
Sólo odio a los hipócritas, / hienas sazonadas en espesa melaza.
Me gustaría tenderme / bajo el bisturí de todos los cirujanos del mundo, / ser un tullido, un ciego, / sufrir todo mal, toda deformidad y herida, / ser un mutilado de guerra, / o el que recoge las colillas del suelo, / con tal de que no las penetre / el infame microbio de la prepotencia.
No quisiera formar parte de la élite, / ni, por supuesto, del rebaño de cobardes, / ni perro de manada, / ni pastor servil al abrigo de su rebaño.
Y quisiera ser feliz, / pero no a costa de los infelices.
Y quisiera ser libre, / pero no a costa de los que no lo son.
Quisiera amar / a todas las mujeres del mundo, / y ser también una mujer / sólo una vez…
La madre naturaleza ha menospreciado al hombre.
¿Por qué no lo hizo capaz de ser madre?
Si se agitara un niño / bajo su corazón, / acaso el hombre / sería menos cruel.
Quisiera ser el pan de cada día, / digamos, / ser la taza de arroz / de la sufriente madre vietnamita, / el vino barato / en las tabernas de los obreros napolitanos, / o el tubito de queso / en la órbita lunar.
Que me coman / que me beban, / dejadme ser útil / en la muerte.
Quisiera pertenecer a todas las edades, / atolondrar la historia / y atontarla con mis travesuras.
Quisiera llevarle a Nefertiti / en una troika a Pushkin.
Quisiera multiplicar / cien veces el espacio de un instante / para que al mismo tiempo / pueda beber vodka con los pescadores siberianos, / y junto a Homero, / Dante, / Shakespeare / y Tolstoi / sentarme a beber cualquier cosa, / salvo, por supuesto, / Coca-Cola.
Y bailar al ritmo de los tam-tam en el Congo, / estar en huelga en Renault, / jugar a la pelota con los muchachos brasileños / en la playa de Copacabana.
Quisiera hablar todas las lenguas, / como las aguas ocultas bajo la tierra, / y hacer todo tipo de trabajo de una vez.
Me aseguraría / de que sólo fue poeta un Yevtushenko, / el otro un clandestino / en alguna parte, / no puedo decir dónde / por razones de seguridad.
El tercero, un estudiante en Berkeley, / y el cuarto un entusiasta huaso chileno.
El quinto sería tal vez / un maestro de niños esquimales en Alaska, / el sexto / un joven presidente / en cualquier parte, modestamente digamos Sierra Leona, / el séptimo / podría entretenerse en la cuna con un sonajero, / y el décimo, / el centésimo, / el millonésimo…
Para mí, ser yo mismo no es bastante,
¡dejadme ser todo el mundo!
Estaré en miles de ejemplares hasta mi último día / para que la tierra vibre conmigo / y las computadoras enloquezcan / procesando mi censo universal.
Quisiera combatir en todas tus barricadas, / humanidad, / y morir cada noche / como una luna exhausta, / y amanecer cada día / como sol recién nacido / con una suave mancha inmortal / en la cabeza.
Y cuando muera, / un Francois Villon siberiano, / que no descanse mi cuerpo / ni en la tierra francesa, / ni italiana, / sino en la tierra rusa, amarga, / en una colina verde, / donde por vez primera / me sentí todo el mundo.
*Poema escrito originalmente en español
Nuestros caballos caminan / hacia La Higuera.
El abismo, a la derecha; / a la izquierda, el abismo.
Pensar en ti, comandante, / no es una carga ligera.
Dentro de mí hay silencio / muy parecido al sismo.
Por aquí, para los guerrilleros / no hay monumentos.
Sus monumentos son las rocas / con las caras cansadas, humanas.
Las nubes están inmóviles, / como los pensamientos, / como los pensamientos / de las montañas bolivianas.
Yo me siento como la sierra.
Estoy lleno de las quebradas, de las rocas ásperas, duras.
Mis nervios están tensos / como la brida de un ganadero.
El ritmo de este poema / me lo dictan las herraduras / que tropiezan con las piedras / de este mortal sendero.
Comandante, tu nombre caro / querrán venderlo tan barato.
La industria quiere comprar con tu nombre / a sus nuevos clientes.
Comandante, / te juro, / yo he visto en París tu retrato / sobre los pantaloncitos / que se llaman “calientes”.
Comandante, / tu rostro imprime en las camisas.
Tú fuiste fuego: / te quieren convertir en humo.
Pero tú caíste abatido por las balas: / por las venenosas sonrisas / no para ser una parte / de la sociedad de consumo-
“¿Dónde está la llave de la escuela?”
Los campesinos no me contestan.
Siento el olor de la muerte.
La pared está blanca, / como la vela / del barco / abandonado a su suerte.
Silencio total.
Solamente el buitre vuela.
La bosta de los caballos / son tus póstumos crisantemos.
“¿Dónde está la llave de la escuela?”
Los campesinos contestan:
“No sabemos, señor, no sabemos…”
¿Dónde está la llave del destino del Che Guevara?
¿Dónde está la llave del futuro?
El miedo de no encontrarla, / el pánico me agarra.
Pero la llave está en nuestras manos, / estoy seguro.
Muchachos, gritar promesas / y no cumplirlas es una mierda.
A los demás engaña / nuestro propio tropezón.
A la izquierda, muchachos, / siempre a la izquierda, / pero no más a la izquierda / de vuestro corazón.
*Poema escrito originalmente en español
Tomado del libro Adiós bandera roja, 1997.
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